Página:Cautiverio feliz, y razón de las guerras dilatadas de Chile.pdf/343

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
329
NUÑEZ DE PINEDA Y BASCUÑAN.

CAPITULO IX. tron, siln En que se prosigue la materia, y se prueba como estos infieles no han sido herejes ni apóstatas jamas, sobre que se fundó la cédula de esclavitud, y como es la que hace perpétua la guerra de Chille, y de otros morales que se ofrecen. one sebranoup, colory sozilque est col stiges Prosiguiendo con la historia y con la conversacion trabada el cacique Quilalebo y yo, habiéndola dejado en el capítulo atrasado por sacar de sus razones al intento algunas consecuencias y hilaciones, darémos principio a este capítulo con otras que se rodearon mui al propósito de lo que tenemos entre manos. Pasó en esta sazon un español cautivo con su amo, que se encaminaban para la costa en demanda de algunas legumbres, mariscos y pescado, que le teníamos en abundancia los que nos hallábamos vecinos a una laguna que estaria de nuestros ranchos poco mas o menos de una cuadra. A esta la bañaba el mar y tenia sus crecientes y menguantes como ella, y como tan apacible y sosegada, habia dentro cantidad de embarcaciones de canoas, balsas y piragüas, en que los muchachos y chinas andaban de ordinario, por via de entretenimiento, mariscando y pescando con redes y trasmallos, que con gran facilidad sacaban choros, erizos, ostiones, pejereyes, róbalos y otros jéneros en abundancia, así para comer y regalarse, como para feriarlos a los que de la cordillera y otras partes distantes venian en su demanda. Entre estos llegó, como he dicho, este indio valeroso y soldado con su cauptivo, que él queria bien, y lo mostraba el buen tratamiento que le hacia; apeáronse de sus caballos y asentáronse a las espaldas del rancho, adonde nosotros estábamos platicando; y al punto, como acostumbran los principales caciques, les sacaron dos cántaros de chicha, algunos bollos de maiz y panes de lo mesmo, y un guisado de ave que para merendar teníamos: de que comimos todos en buena compañía y en la mia el soldado cautivo, despues de habernos abrazado con summo gusto y amor, porque era de los prisioneros que conmigo cautivaron y de mi propia compañía. Que luego que me vió, se le cayeron las lágrimas de los ojos, y yo no pude detener las mias; que enternecidos nuestros amos o dueños de nuestras voluntades, nos consolaron grandemente, diciendo que no todos los cautivos tenian dicha de encontrar con amos de tan buenas entrañas y apacibles condiciones, como los que teníamos, y que mañana u otro dia se ofreceria ocasion de rescates, y que sin duda seríamos los primeros y los mas bien librados. Acabaron de comer y de beber, y trató luego el forastero de proseguir su viaje para la costa, adonde tenia un conocido amigo; y al despedirnos, fué forzoso volver a enternecernos, rogándome el soldado que no le olvidase cuando me hubiese de rescatar; que en la frontera de adonde él venia, decian por cosa cierta todos, que no estaria yo entre ellos muchos dias, porque ya se habian principiado los rescates, y que solo por mí se habian abierto. Yo le prometí que haria todo lo posible por llevarle conmigo, como