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NUÑEZ DE PINEDA Y BASCUÑAN.

CAPITULO II. En que se trata de la felicidad que tuve entre estos infieles bárbaros, de como supimos luego el fraude con que venian los mensajeros, de la utilidad y conveniencia que trae consigo la quietud, el sosiego y la soledad, y al contrario, los peligros y daños que trae la asistencia de las ciudades y populares concursos. Grande fué la felicidad y buena suerte que entre estos bárbaros infieles tuve afortunado, así por el amor con que me trataban los principales caciques, como por la dicha que me acompañó para contra las traiciones de los que anhelosos solicitaban el último y desastrado fin de mis dias; como se ha reconocido en algunas ocasiones que habemos referido, y en la presente de estos últimos mensajeros, que conocidamente venian con intencion dañada y falsas embajadas; cuya certidumbre dentro de mui pocos dias la tuvimos manifiesta y patente, pues juzgando Lemullanca que los mensajeros infaliblemente me llevaban para el tiempo que aplazado tenia, habia enviado a convidar a los caciques y soldados de la cordillera, significándoles que para el dia que llegasen, sin falta ninguna, tendrian en el sitio y lugar del parlamento al capitan hijo de Alvaro; y habiendo llegado mas de trecientos indios con los caciques referidos al efecto, no hallando lo que buscaban, la y promesa de Lemullanca frustrada y vana, se enfadaron con él de manera que anduvieron a lanzadas y flechazos los unos con los otros; que fué necesario que los mas principales y ancianos entrasen de por medio a apaciguar el incendio que se habia levantado. Y aunque los principales caciques de la cordillera hicieron grande sentimiento y duelo presumptuosos del engaño, habiéndole mostrado con volver las espaldas a su parlamento y al gasto que para el efecto el Lemullanca tenia hecho, pues no quisieron asistirle; los mas del comun concurso, llevados del agasajo de sus amigos, deudos y parientes, y otros de su natural inclinacion a estos festejos, porque son todos con abundancia de licores y bebidas diferentes, se quedaron a dar fin a los cántaros de chicha prevenidos para aquella junta. Esto supimos al tercero dia; con que mis camaradas y amigos me dieron muchas gracias de la advertencia que ellos no tuvieron, y del reparo que hice a la embajada falsa del traidor cacique, pues fué el total remedio de mi vida, que sin duda alguna me hubieran privado de ella, si como estuvieron mis amigos y camaradas resueltos a entregarme, lo ponen en ejecucion; y verdaderamente que a los principios me hallé yo con la mesma resolucion y vestido del mesmo parecer de los caciques, si la quietud y sosiego de la cama y la abstraccion del bullicio no me hubiesen alumbrado y despertado los sentidos, para meditar atento lo que me fué de tanta utilidad y conveniencia para el resguardo de mi vida; que la solitaria habitacion siempre está acompañada de saludables efectos, como lo notó San Ambrosio sobre el lugar de Jeremías que dice, que el varon que espera en Dios, se asentará solo y caila-