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NUÑEZ DE PINEDA Y BASCUÑAN.

Diéronnos de almorzar regaladamente a todos, y Quilalebo por su parte sacó de las longanizas, empanadas y tamales que para nuestro viaje traia dispuestas y prevenidas, y asentados a la redonda de mui buenos fogones, comimos y bebimos mas de diez o doce cántaras de chicha de todos jéneros, y al descubrir el sol sus claras luces, dimos al descanso los fatigados cuerpos.

CAPITULO XVIII.

De lo que aquel dia se dispuso, habiendo llegado a casa de Mollbunante, y de las dilijencias que hice para traer en mi compañía a un soldado mancebo, y lo que fué menester para que surtiese efecto mi deseo. AUT Mas de las dos de la tarde me pareció que serian, cuando me recordaron mis compañeros y dieron aviso de haber llegado Maulican mi amo con otros seis o siete caciques de su parcialidad, amigos y deudos suyos, vecinos y paniaguados, que los unos y los otros eran tambien deudos, amigos y aficionados de Taygüelgüeno, Licanante y Huechuvilo, que eran los caciques que se hallaban presos, por quienes se habia de efectuar mi rescate y el de Diego Zenteno de Chaves, que en la mesma ocasion fué cautivo, siendo soldado de mi compañía y de mi propia edad y aspecto. Solso dong Recordé de mi sueño, deseoso de ver al que fué siempre dueño de mi persona y vida, y tambien por juzgar que con ellos habia llegado mi soldado compañero y amigo que tanto deseaba llevar en mi compañía, que segun me habia informado el mensajero Mollbunante, que dejó dispuesto que para el dia que habíamos de llegar, estuviese juntamente con nosotros en su casa; y con estas esperanzas salí fuera del rancho con Quilalebo mi amigo y con otros sus aliados, que a darme parte habian entrado de como los caciques juntamente con mi amo me aguardaban para disponer aquella noche nuestra marcha. Allegamos al sitio adonde asentados estaban a orillas de un estero deleitable, con mas de veinte tinajones de chicha, brindándose los unos a los otros. Luego que Maulican vió que me iba acercando, se levantó a gran priesa a abrazarme, y yo sobre sus hombros extendí los brazos con grande regocijo y alegría, y los demas caciques a su imitacion me saludaron, y en medio de mi amo, de Quilalebo y Mollbunante me asentaron, y despues de haberme puesto por delante un cántaro de chicha (como acostumbran hacer en los recibimientos de los principales caciques), me trajeron un plato de buen porte de frutilla fresca y cultivada, que sin exajeracion habia algunas que de dos bocados no les podíamos dar fin; porque de la suerte que entre nosotros se benefician las viñas, de la propia y aun con mas cuidado labran ellos sus frutillares, porque hacen pasa mucha cantidad de ella para sus bebidas. Tras de este regalo, que fué para mí de gusto, nos enviaron de comer, aunque no con la abundancia y sazon que en la Imperial teníamos, mas fué con grande agasajo, respeto y amorosas demostraciones. Estando