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HISTORIADORES DE CHILE.

Volví a decirlas que me mandasen y que mirasen lo que gustaban que les enviase; y solo una de las viejas me pidió una bacinilla de las ordinarias de azofar, y las demas me dijieron, que lo que yo quisiese enviarlas, receberian, por tener con que hacer memorias de mí, y de la asistencia que entre ellas tuve. En esto me dieron priesa los compañeros porque la noche abrochaba ya su obscuro manto. Salí de la casa o rancho con harto dolor y sentimiento, que a no contrapesarle el gusto de ir a gozar de mi libertad y del consuelo de asistir a mi padre, demas del principal de estar entre católicos cristianos, fuera mucho mayor y mas penoso; pues cuando me puse a caballo, se asieron de mí los dos muchachos mis compañeros y el mesticito (hermano de la moza que habia de ser mi mujer), diciendo a voces y llorando, que se querian venir conmigo; con cuyas acciones volvió a formarse adentro mayor llanto, y aun en todos los circunstantes, que pude decir lo que Ovidio cuando salió para su destierro: Quocumque adspiceres, luctus gemitusque sonabant: Formaque non taciti funeris intus erat. Femina, vírque, meo pueri quoque funere merent; Inque domo lacrymas angulus omnis habet. A cualquier parte que el rostro Revolvieres con cuidado, No se oirán mas que suspiros, Lágrimas tristes y llantos; Al modo de las exequias De un difunto malogrado, Se escuchan fúnebres voces En los rincones del rancho. proces SHP 2800 18 De la misma suerte, con mi ausencia o con el funeral de mi partida, se entristecieron y lloraron los muchachos, los varones y mujeres, con que aun en los rincones mas ocultos de la casa no habia mas que lágrimas, confusas y lastimosas voces. No digo otras acciones que pasaron, ni refiero otras circunstancias, porque no parezca encarecimiento ni exajerado decir a los oyentes; solo diré que cuando a echar los brazos llegué a mi huésped Tureupillan, no pude hablarle palabra porque al buen viejo le regaron las lágrimas el rostro. Despedidos salimos de nuestros comarcanos y amigos imperiales, cuando el sol dió sus veces a la luna, con cuyos resplandores caminamos a buen paso Mollbunante, con sus diez compañeros, y Quilalebo, con otros tantos mocetones, un hijo de mi camarada Tureupillan, de mui buen arte, con otros de su ayllo y en su edad iguales, que los unos y los otros seríamos, si no treinta, mui cerca de este número; marchamos toda la noche a mas que ordinario paso y allegamos a casa de Mollbunante (que conjunta estaba con la de su cuñado Taygüelgüeno) a los últimos fines de la noche; cuyas mujeres, hijas y parientes, con grande agrado y regocijo me hospedaron, por haber de ser yo el trueque y rescate de su marido, y causa principal de volver a gozarle libre y en tria. obning