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NUÑEZ DE PINEDA Y BASCUÑAN.

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CAPITULO XXIII.

521 DIBO. per PASE De como desembarcamos a vista del fuerte de San Rosendo, adonde estaban dos compañías de a caballo aguardándome y otra de indios araigos de San Cristóbal, adonde fuimos a hacer noche. de opp ohrabed nastoes, TEGNINGS no Las diez del dia poco mas o ménos serian cuando salimos del puerto y fuimos surcando el agua con toda comodidad y gusto, sin habérsenos puesto impedimento alguno por delante, que aunque no faltaron tropiezos, que suelen ser ordinarios cuando el rio viene bajo de verano, por unos bancos de arena movediza que tiene, con facilidad se atropellaron, pasando por cima de ellos, a causa de que era el barco chato y sin quilla, y en nuestro favor el ir la corriente abajo, con la cual se dejaba ir el barco fácilmente. intend obrugg A las tres o cuatro de la tarde dimos fondo en la playa del fuerte de San Rosendo, adonde hallamos dos compañías de a caballo que el gobernador habia despachado para escoltarme, por hacerme aquella honra, o porque los capitanes lo pidieron, por ser amigos mios y de mi padre, que el uno era el capitan Pedro Fernandez de Córdova, gran soldado y de los capitanes de opinion que tenia el ejército, que despues de la pasada derrota y infeliz suerte nuestra, lo pasaron del estado de Arauco a aquel tercio de San-Felipe de Austria; el otro el capitan Alonso Cid, soldado antiguo y de sobradas experiencias y de valor conocido. Saltamos en tierra, y al poner los piés en ella, nos hicieron la salva los soldados, habiendo ántes dádonos el buen viaje; los capitanes con algunos reformados estaban en la playa a pié aguardando a que nos desembarcásemos, con caballos ensillados para que en ellos montásemos, como lo hicimos, porque al sitio adonde el fuerte estaba fabricado habria mas de dos cuadras de un arenal prolijo y enfadoso. Llegamos a los muros del pequeño fuerte, que solo servia de tener bastimentos para subirlos arriba 1 Nacimiento, y en él no habia mas de quince o veinte hombres con un cabo; y aunque para pasar de largo sin apearnos estuvimos resueltos, no quiso permitirlo con súplicas que nos hizo, hasta que merendásemos un bocado, que su mujer tenia dispuesto; que por darles gusto y ver a la señora su esposa y no dejarla corrida, entramos adentro, adonde con algunos guisados de aves y capones fuimos regalados, y lo mas sazonado en la fuerza del estio fué una ensalada de lechugas y pepinos, con muchos trozos de pescado frito, y por postre unas porcelanas de leche fria y azucarada, con que salimos frescos y gustosos. Agradecimos al cabo sus agasajos y volvimos a dar rienda a los caballos, y por disposicion de los capitanes fuimos aquella noche al fuerte y reduccion de San Cristóbal, porque la compañía de los indios amigos, que dentro de sus muros asistian, la habian dejado los capitanes de a caballo en los altos de San Rosendo de mampuesto o de centinela; y porque volviesen a sus ranchos y a sus casas, determinaron que nos fuésemos a su fuerte, que habia dos leguas del uno al otro. Cojimos el