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NUÑEZ DE PINEDA Y BASCUÑAN.

NUÑEZ DE PINEDA Y BASCUÑAN. pied no ium aguny good/ 325

CAPITULO XXIV.

En que se prosigue mi viaje hasta llegar al tercio de San-Felipe, adonde me esperaba el gobernador; de los agisajos y cortesías que me hizo, y del placer y alegría que manifestó todo el ejército. aue nos Salimos otro dia por la mañana, despues de haber oido misa y almorzado regaladamente, porque el capitan era mui cumplido y presuntuoso, a que se allegaba el ser de una patria y tener su casa y vecindad en la ciudad de Chillan, adonde mi padre y yo teníamos la nuestra: a cuya causa nos hizo grandes regalos, regocijos y festejos. Subimos a caballo, y en nuestra compañía salieron los indios amigos, que llegaron hasta cerca del cuartel, y media legua ántes de llegar a él vimos venir para nosotros una tropa de caballería, que acercándose mas reconocimos al capellan mayor del gobernador, que era un fraile grave y presentado del órden de Nuestra Señora de las Mercedes, y otro relijioso, tio mio, predicador y presentado de la relijion sagrada de nuestro padre San Agustin, que asistió con el gobernador desde que principiaron los tratos de mi rescate hasta que se efectuaron, el vicario y cura del tercio de San-Felipe y otros muchos capitanes vivos y reformados, amigos de mi padre y camaradas mios, que a recibirme salieron y a hacerme aquella honra. Llegamos a abrazarnos con ternura, que suele acompañar al mayor gozo y al interior consuelo y alegría del alma. oftobanabole El capellan mayor de parte del presidente me dió un recaudo cortes y amoroso, con que despues de haber saludado a todos y abrazádolos, proseguimos nuestro viaje con grande regocijo, corriendo los unos y escaramuceando los otros, dando voces y gritos de contento, y haciendo otras alegres manifestaciones; llegamos al cuartel, adonde al entrar por las puertas de la muralla, encontramos por fuera de ellas muchos pobres soldados, que con las bocas, con los ojos y sombreros me daban mill parabienes, y las mujeres desde las murallas imitaban sus acciones, manifestando con ellas el placer y júbilo que con mi llegada tenian. Entramos adentro, y al emparejar la compañía de a caballo, que iba de vanguardia, dió una carga de mosquetería la de infantería, que estaba de guardia en el cuartel y puesta en ala en la plaza de armas, a que respondieron las compañías de escolta que venian conmigo; con esto llegamos a la casa del gobernador, que a su puerta salió a recibirme, acompañado del sarjento mayor del reino, cabo y gobernador del tercio y sus fronteras, algunos capitanes vivos y reformados que le asistian. Luego que llegué a su presencia, me eché a sus piés con todo rendimiento, haciendo de agradecido otras mas demostraciones, y el gobernador me levantó con todo respeto, amor y cortesía, significando el consuelo, regocijo y gusto que habia recibido con verme ya fuera de trabajos y peligros, y de que se hubiese efectuado mi rescate en su tiempo, ántes que llegase el sucesor que por horas esperaba. Y era así, porque no se pasaron veinte dias, pocos mas, sin que diese fondo en el puerto de la Concepcion el gobernador don Francisco Lazo de la Vega, que a los