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HISTORIADORES DE CHILE.

de este mundo, por asegurar asiento y lugar en las divinas moradas, como lo asegura el profeta Isaias; en cuyo lugar dijo San Bernardo, que cualquiera que por el amor de Dios excusaba recebir dones de vanidad y superfluidad, que veria a su Criador en su grandeza y con todos los santos se alegraría para siempre; como lo espero de la divina misericordia, que habrá conseguido el premio conforme a sus obras y a su ajustado vivir. Envié a avisar a los cuadrilleros, que eran los capataces y capitanes de los demas, para que otro dia viniesen todos con algunos cornadillos de oro a verme; hiciéronlo así con mucho gusto, porque deseaban con extremo verme rescatado libre de los peligros en que la fortuna me habia puesto, y demas del camarico (que llaman ellos), de algunas cosas de regalo de lo que crian en sus casas, como son aves, huevos, animalejos de cerda, truchas, pejereyes, mariscos y lo que cada uno puede, me entregaron ochenta pesos de buen oro los cuadrilleros, proratados a dos pesos entre todos, y el mayordomo me dió en albricias de haberme visto otros doce pesos de oro, y los indios que asistian en la estancia, me dieron otros pocos por su parte, que vine a llevar mas de cien pesos, que hacen mas de ducientos en plata. y se volvieron a Mandé al mayordomo que diese a los mineros veinte arrobas de vino para que se holgasen; con que se despidieron de mí sus alojamientos gustosos de haberme visto y alegres con el licor que llevaban, por ser el mayor ídolo que estos naturales tienen. Otro dia, que se contaron cinco de diciembre, proseguimos nuestro viaje para la ciudad de San Bartolomé de Chillan, adonde tenia mi padre su asistencia y vecindad, y en tres dias nos pusimos en mi casa, a los siete del mes, víspera de la Concepcion de la Vírjen María, Señora nuestra, poco antes de medio dia; y sin llegar a la presencia de mi padre, le envié a pedir licencia para ante todas cosas ir a oir misa a la iglesia de nuestra Señora de las Mercedes, que estaba media cuadra de mi casa en la mesma calle, adonde fuimos a dar gracias de nuestro buen viaje y a oir con afecto misa, que la dijo el padre presentado frai Juan Jofré, mi tio, por mi intencion; y todos los del lugar que salieron a recebirme con asistencia del correjidor, me acompañaron en la iglesia, que hasta ponerme en la presencia de mi padre no me quisieron perder de vista ni dejarme el lado. En el entretanto que oimos la misa, mandó el correjidor que la compañía de infantería tuviese las armas de fuego dispuestas para cuando los soldados de a caballo diesen una carga al entrar por las puertas de mi casa, respondiesen con otra los mosqueteros y con una pieza sellasen sus estruendos. Aguardamos al padre presentado mi tio, que despues de haberse desnudado de las vestiduras sagradas, salió adonde estábamos, y por estar breve espacio del convento nuestra habitacion, determinamos no subir a caballo, y porque tambien se habian allegado algunos mas relijiosos y ciudadanos de respeto y de canas; con que nos fuimos a pié poco a poco paseando el correjidor con los alcaldes y otros del cabildo, el cura y vicario de la ciudad y el