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HISTORIADORES DE CHILE.

a veces los rayos del sol se descubrian. Mi camarada y compañero el soldado, a quien habian hecho bailar toda la noche, habia estado por verme cuidadoso, y luego que me descubrió al salir por la puerta del rancho, salió anheloso en mi demanda, y encontrándome afuera, me abrazo y dió los buenos dias algo alegre, que como le habian obligado a beber mas de lo que acostumbraba, no dejaban de salirle a la cara las colores, y el regocijo interior a las palabras. Consoléme de haberlo visto gustoso en medio de sus trabajos; y solicitando saber de mi amo, me respondió que estaba durmiendo la borrachera, por haberse llevado toda la noche cantando y bailando. Salió en esta ocasion mi amigo el indio como si no hubiese bebido ni desveládose, tan entero en su juicio que me admiré de verle; saludóme con mucho amor y díjome que fuésemos a bañarnos al estero, que es costumbre de todos el hacerlo de mañana, como lo habian hecho ya algunas indias, que volvian frescas del abundante arroyo que a vista de los ranchos se esparcia. Para él nos encaminamos el soldado mi compañero y yo, el indio mi amigo y otros dos muchachos hijos suyos, y apénas llegamos a sus orillas, cuando se arrojaron a la agua los dos muchachos y tras ellos su padre, y aunque a mi compañero y a mí nos persuadian a que hiciésemos lo propio, no nos ajustamos al consejo, ni nos atrevimos a imitarlos, contentándonos solo con lavarnos las manos y los rostros. Volvimos con los compañeros de este baño al abrigo del rancho, y como dueño y señor, mi camarada y amigo nos mandó dar de almorzar con todo gusto, estando al amor de un fogon bien atizado gozando de sus llamas apacibles; y en conversacion deleitosa estuvimos a la vista de unos asadores, de carne gorda los unos y los otros de corderos, pollos y gallinas, que destilando el jugo por diversas partes, nos cortaban por cima lo que a cada uno era de apetito. Agregáronse muchos a los asadores, de los que en el baile estaban entretenidos, y en breve rato dimos cuenta y fin de los que estaban dispuestos en el fuego. Sacaron con esto un cántaro de chicha clara y me le pusieron delante, para que fuese bebiendo y brindando a los demas circunstantes, como lo hacian otros dos caciques principales a quienes habian puesto de la misma suerte que a mí sus cántaros de chicha; y despues de haber concluido con ellos, se levantaron y se volvieron al baile, y mi amigo el indio me convidó que por un breve rato fuésemos a asistirle, y a mi compañero el soldado lo llevó un hijo de su amo, que por darle gusto y a los demas que eran sus dueños, bailaba entre los otros y cantaba, o por mejor decir, gritaba dando voces al son de los tamboriles. Y aunque no eran difíciles las mudanzas, porque no tenian mas compases que dar saltos para arriba, no me pude aplicar jamas a acompañarlos, y así procuraba luego de la rueda del baile desasirme, como lo hice en esta ocasion, saliendo afuera a tiempo que el sol comunicaba mas apacible sus rayos, por ser ya mas de medio dia; y poniéndome al reparo del rancho, me asenté a la resolana dél por divertirme y apartarme de aquel bullicio confuso de la jente. ing Salió en esta ocasion el muchacho hijo de mi amigo y camarada con