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La jitanilla.

turbósela la suerte de manera que se la volvió en infierno; y fué el caso que en la fuga del baile se le cayó á Preciosa el papel que le habia dado el paje, y apénas hubo caido cuando le alzó el que no tenia buen concepto de las jitanas, y abriéndole al punto dijo: Bueno, sonetico tenemos, cese el baile, y escúchenle, que segun el primer verso, en verdad que no es nada necio. Pesóle á Preciosa, por no saber lo que en él venia, y rogó que no le leyesen y que se le volviesen, y todo el ahinco que en esto ponia, eran espuelas que apremiaban el deseo de Andres para oirle. Finalmente, el caballero le leyó en alta voz, y era este.

Cuando Preciosa el panderete toca,
Y hiere el dulce son los aires vanos,
Perlas son que derrama con las manos,
Flores son que despide de la boca:
Suspensa el alma, y la cordura loca
Queda á los dulces actos sobrehumanos,
Que de limpios, de honestos y de sanos
Su fama al cielo levantado toca.
Colgadas del menor de sus cabellos
Mil almas lleva, y á sus plantas tiene
Amor rendidas una y otra flecha:
Ciega, y alumbra con sus soles bellos,
Su imperio amor por ellos le mantiene,
Y aun mas grandezas de su ser sospecha.

Por Dios, dijo el que leyó el soneto, que tiene donaire el poeta que le escribió. No es poeta, señor, sino un paje muy galan y muy hombre de bien, dijo Preciosa. Mirad lo que habeis dicho, Preciosa, y lo que vais á decir, que esas no son alabanzas del paje, sino lanzas que traspasan el corazon de Andres que las escucha: ¿quereislo ver, niña? pues volved los ojos y veréisle desmayado encima de la silla con un trasudor de muerte; no penseis, doncella, que os ama tan de burlas Andres, que no le hiera y sobresalte el menor de vuestros descuidos: llegáos á él enhorabuena, y decilde algunas palabras al oido que vayan derechas al corazon, y le vuelvan de su desmayo: no, sino andáos á traer sonetos cada dia en vuestra alabanza, y veréis cuál os le ponen. Todo esto pasó así como se ha dicho, que Andres en oyendo el soneto, mil celosas imaginaciones le sobresaltaron; no se desmayó, pero perdió la color de manera que viéndole su padre, le dijo: ¿Qué tienes, D. Juan, que parece que te vas á desmayar, segun se te ha mudado el color? Espérense, dijo á esta sazon Preciosa, déjenmele decir unas ciertas palabras al oido, y verán cómo no se desmaya: y llegándose á él le dijo casi sin mover los labios: ¡Gentil ánimo para jitano! ¿cómo podréis, Andres, sufrir el tormento de toca, pues no podeis llevar el de un papel? y haciéndole media docena de cruces sobre el corazon, se apartó dél; y entónces Andres respiró un poco, y dió á entender que las palabras de Preciosa le