su padre, que este nombre de Preciosa quiero que se te quede en memoria de tu pérdida y de tu hallazgo, que yo como tu padre tomo á cargo el ponerte en estado que no desdiga de quien eres. Suspiró oyendo esto Preciosa, y su madre como discreta entendió que suspiraba de enamorada de D. Juan, y dijo á su marido: Señor, siendo tan principal D. Juan de Cárcamo como lo es, y queriendo tanto á nuestra hija, no nos estaria mal dársela por esposa; y él respondió: Aun apénas hoy la habemos hallado, ¿y ya quereis que la perdamos? Gocémosla algun tiempo, que en casándola no será nuestra, sino de su marido. Razon teneis, señor, respondió ella; pero dad órden de sacar á D. Juan, que debe de estar en algun calabozo metido, pasando las penalidades que se pueden considerar de sus prisiones, las humedades y sabandijas inmundas, que inquietan á los pobres pacientes, que están esperando salga el dia para gozarle, y verse libres de tanta opresion y mala vecindad como padecen. Sí, estará, dijo Preciosa, que á un ladron matador, y sobre todo jitano, no le habrán dado mejor estancia. Yo quiero ir á verle, como que le voy á tomar la confesion, respondió el corregidor, y de nuevo os encargo, señora, que nadie sepa esta historia hasta que yo lo quiera: y abrazando á Preciosa, fué luego á la cárcel y entró en el calabozo donde D. Juan estaba, y no quiso que nadie entrase con él: hallóle con entrambos piés en un cepo, y con las esposas á las manos, y que aun no le habian quitado el piedeamigo: era la estancia escura, pero hizo que por arriba abriesen una lumbrera, por donde entraba luz, aunque muy escasa; y así como le vió, le dijo: ¿Cómo está la buena pieza? que así tuviera yo atraillados cuantos jitanos hay en España para acabar con ellos en un dia, como Neron quisiera en otro con Roma, sin dar mas de un golpe: sabed, ladron puntoso, que yo soy el corregidor desta ciudad, y vengo á saber de mí á vos, si es verdad que es vuestra esposa una Jitanilla que viene con vosotros. Oyendo esto Andres imaginó que el corregidor se debia haber enamorado de Preciosa; que los celos son de cuerpos sutiles y se entran por otros cuerpos sin romperlos, apartarlos ni dividirlos; pero con todo esto respondió: Si ella ha dicho que yo soy su esposo, es mucha verdad: y si ha dicho que no lo soy, tambien ha dicho verdad, porque no es posible que Preciosa diga mentira. ¿Tan verdadera es? respondió el corregidor; no es poco serlo para ser jitana: ahora bien, mancebo, ella ha dicho que es vuestra esposa, pero que nunca os ha dado la mano; ha sabido que segun es vuestra culpa habeis de morir por ella, y hame pedido que antes de vuestra muerte la despose con vos, porque se quiere honrar con quedar viuda de
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