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Página:Cervantes - Novelas ejemplares, 1883.djvu/83

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El amante liberal.

él me avisaria cuando allá estuviese; pero el cielo lo ordenó de otra manera, pues al sin ventura Ricardo, sin tener accidente alguno, en pocos dias se acabaron los de su vida, que tanto aborrecia, siempre llamando entre sí á una Leonisa, á quien él me habia dicho que queria mas que á su vida y á su alma; la cual Leonisa, me dijo que en una galeota que habia dado al traves en la isla de Pantanalea se habia ahogado, cuya muerte siempre lloraba y siempre plañia, hasta que le trujo término de perder la vida, que yo no le sentí enfermedad en el cuerpo, sino muestras de dolor en el alma. Decidme, señor, replicó Leonisa, ese mozo que decís, en las pláticas que trató con vos (que, como de una patria, debieron ser muchas) ¿nombró alguna vez á esa Leonisa, contó el modo con que á ella y á Ricardo cautivaron? Sí nombró, dijo Mahamut, y me preguntó si habia aportado por esta isla una cristiana dese nombre, de tales y tales señas, á la cual holgaria de hallar para rescatarla, si es que su amo se habia ya desengañado de que no era tan rica como él pensaba, aunque podria ser que por haberla gozado la tuviese en ménos; que como no pasasen de trescientos ó cuatrocientos escudos, él los daria de muy buena gana por ella, porque un tiempo la habia tenido alguna aficion. Bien poca debia de ser, dijo Leonisa, pues no pasaba de cuatrocientos escudos: mas liberal era Ricardo, y mas valiente y comedido: Dios perdone quien fué causa de su muerte, que fui yo, que yo soy la sin ventura que él lloró por muerta: y sabe Dios si holgara de que él fuera vivo para pagarle con el sentimiento que viera que tenia de su desgracia el que él mostró de la mia; yo, señor, como ya os he dicho, soy la poco querida de Cornelio, y la bien llorada de Ricardo, que por muy muchos y varios casós he venido á este miserable estado en que me veo; y aunque es tan peligroso, siempre por favor del cielo he conservado en él la entereza de mi honor, con la cual vivo contenta en mi miseria: ahora ni sé dónde estoy, ni quién es mi dueño, ni adónde han de dar conmigo mis contrarios hados, por lo cual os ruego, señor, siquiera por la sangre que de cristiano teneis, me aconsejeis en mis trabajos; que puesto que el ser muchos me ha hecho algo advertida, sobrevienen cada momento tantos tales, que no sé cómo me he de avenir con ellos. A lo cual respondió Mahamut que él haria lo que pudiese en servirla, aconsejando y ayudándola con su ingenio y con sus fuerzas; advirtiéndola de la diferencia que por su causa habian tenido los dos bajáes, y cómo quedaba en poder del cadi su amo para llevarla presentada al gran turco Selin, á Constantinopla; pero que antes que esto tuviese efeto, tenia esperanza en el verdadero Dios, en quien él creia, aunque mal cristiano, que

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