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Página:Cervantes - Novelas ejemplares, 1883.djvu/84

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Novelas ejemplares.

lo habia de disponer de otra manera, y que la aconsejaba se hubiese bien con Halima, la mujer del cadí su amo, en cuyo poder habia de estar hasta que la enviasen á Constantinopla, advirtiéndola de la condicion de Halima; y con estas le dijo otras cosas de su provecho, hasta que la dejó en su casa y en poder de Halima, á quien dijo el recado de su amo. Recibióla bien la mora por verla tan bien aderezada y tan hermosa. Mahamut se volvió á las tiendas á contar á Ricardo lo que con Leonisa le habia pasado; y hallándole, se lo contó todo punto por punto, y cuando llegó al del sentimiento que Leonisa habia hecho cuando le dijo que era muerto, casi se le vinieron las lágrimas á los ojos: díjole cómo habia fingido el cuento del cautiverio de Cornelio por ver lo que ella sentia: advirtióle la tibieza y malicia con que Cornelio habia hablado: todo lo cual fué píctima para el afligido corazon de Ricardo, el cual dijo á Mahamut: Acuérdome, amigo Mahamut, de un cuento que me contó mi padre, que ya sabes cuán curioso fué, y oiste cuánta honra le hizo el Emperador Cárlos V, á quien siempre sirvió en honrosos cargos de la guerra. Digo que me contó que cuando el emperador estuvo sobre Túnez, y la tomó con la fuerza de la Goleta, estando un dia en la campaña y en su tienda, le trujeron á presentar una mora por cosa singular en belleza, y que al tiempo que se la presentaron entraban algunos rayos del sol por unas partes de la tienda y daban en los cabellos de la mora, que con los mismos del sol en ser rubios competian: cosa nueva en las moras, que siempre se precian de tenerlos negros; contaba que en aquella ocasion se hallaron en la tienda, entre otros muchos, dos caballeros españoles; el uno era andaluz, y el otro era catalan, ambos muy discretos, y ambos poetas; y habiéndola visto el andaluz, comenzó con admiracion á decir unos versos que ellos llaman coplas, con unas consonancias ó consonantes dificultosos, y parando en los cinco versos de la copla, se detuvo sin darle fin ni á la copla ni á la sentencia, por no ofrecérsele tan de improviso los consonantes necesarios para acabarla; mas el otro caballero que estaba á su lado y habia oido los versos, viéndole suspenso, como si le hurtara la media copla de la boca, la prosiguió y acabó con las mismas consonancias, de que el Emperador recibió particular contento; y esto mismo se me vino á la memoria cuando vi entrar á la hermosísima Leonisa por la tienda del bajá, no solamente escureciendo los rayos del sol si la tocaran, sino á todo el cielo con sus luces y estrellas. Paso, no mas, dijo Mahamut, detente, amigo Ricardo, que á cada paso temo que has de pasar tanto la raya en las alabanzas de tu bella y hermosa Leonisa, que dejando de parecer cristiano, parezcas gentil: díme, si quieres,