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Por ello, entonces, es indispensable comprender que dentro de esta estructura, cuando internacionalmente los países poderosos viven y fortalecen su economía a costa de nuestra pobreza; cuando los países financieramente fuertes necesitan de nuestras materias primas para sacar de allí su fuerza; cuando la realidad de los mercados y los precios lleva a los pueblos de este y otros continentes a endeudarse; cuando la deuda de los países del Tercer Mundo alcanza la fantástica cifra de 95 mil millones de dólares; cuando mi país —país democrático, con muy sólidas instituciones, con un Congreso que funciona desde hace ciento sesenta años, con Fuerzas Armadas como las de México, respetuosas de la Ley y de la voluntad popular, país que es el segundo productor de cobre del mundo y que tiene la mina a tajo a bierto y la mina subterránea de cobre más grandes del planeta, que tiene las reservas cupríferas más grandes de la tierra—, se ha visto obligado a endeudarse con una deuda externa que, per cápita, sólo es superada por la de Israel, país que puede estimarse en guerra; cuando Chile debía haber cancelado este año, para amortizar y pagar los intereses de esa deuda, 420 millones de dólares que equivalen a más del 30% del presupuesto de ingresos; cuando todo eso ocurre, uno puede colegir que es imposible que esto pueda seguir así y que esta realidad pueda mantenerse.

Si a ello se agrega que los países poderosos fijan las normas de comercialización, controlan los fletes, imponen los seguros, dan los créditos ligados que implican la obligación de invertir un alto porcentaje de los préstamos en esos mismos países; si además sufrimos las consecuencias que emanan, y pagamos los resultados cuando los países más poderosos, o el país más poderoso del capitalismo estima necesario devaluar su moneda, y si tiembla el mercado del dinero en los países industrializados, las consecuencias son mucho más fuertes, mucho más duras y pesan más sobre nuestros pueblos.

El precio de las materias primas con frecuencia baja, pero el precio de los artículos manufacturados, y aún de los alimentos, sube. Cunado sube el precio de los alimentos, nos encontramos con que hay barreras aduaneras que impiden que algunos países que pueden exportar productos agropecuarios lleguen a los centros de consumo en los países industriales.