Cinco muertos, como consecuencia de la acción de los transportistas. Treinta y un heridos graves. Cuarenta leves y de mediana gravedad. Dos campesinos han fallecido quemados, como consecuencia de que volaron el Oleoducto "Los Cristales" en Curicó.
Envié, hace 48 horas, al Comandante Militar, Edecán señor Badiola, quién recorrió la zona. Me contaba que en tres kilómetros a la redonda no hay casi señales de vida en el sitio donde voló el oleoducto: Casas, árboles, cercos, fierros retorcidos, animales muertos. Angustia y drama. Pudo haber sido de peores consecuencias, a no mediar el hecho de que el gas que se expandía explotó al haber una vela encendida esa noche, lo que costó la vida —repito— casi a toda una familia.
Yo he estado, estimados compatriotas, hace dos días en la Asistencia Pública, en la Sala de Quemados. Allí ví la anciana que ya murió; a su hija que tiene un 60% de posibilidades de fallecer, y a tres muchachitas inocentes, que quedarán marcadas —si es que se salvan— para el resto de sus días. ¡Piensen ustedes lo que eso significa!
Además, ya la prensa ha lanzado una campaña destinada a señalar a un campesino como culpable de ésto, tratando de amparar a los que seguramente lo han hecho, que son los fascistas. La justicia no se ha pronunciado y por eso yo no opino. Pero destaco algo que el país debe saber: pienso que en muy pocas horas o en muy pocos días, quedará absolutamente aclarado el asesinato vil, cobarde, del que fuera Jefe de la Casa militar de La Moneda, Comandante Arturo Araya. Y ahí, una vez más, quedarán dervirtuados todos los ataques injustos, arteros, las calumnias, las mentiras, que se esgrimieron para impedir que se encontrara a los verdaderos culpables, que son de Patria y Libertad, y a esos intrigadores.
El país debe meditar en el cifra que voy a entregar.