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de río negro a bahía blanca

vo en otros más pequeños, según las parentelas de sus dueños. En un trayecto de varias millas viajamos a lo largo del valle del Colorado. Las llanuras aluviales contiguas parecían fértiles, y se suponen a propósito para cultivar trigo en ellas.

Volviendo hacia el Norte, entramos en una región que difiere de la de las llanuras del sur del río. La tierra continuó aún siendo seca y estéril, pero criábanse en ella plantas de muchas clases, y la hierba, aunque tostada y correosa, se hacía más abundante, al paso que iban escaseando los arbustos espinosos. Esta última vegetación desapareció enteramente al poco trecho, y las llanuras quedaron sin la menor maleza que cubriera su desnudez. El cambio que acabamos de indicar señala el comienzo del gran depósito calcáreo-arcilloso que forma la dilatada extensión de las Pampas, y cubre las rocas graníticas de la Banda Oriental. Desde el estrecho de Magallanes al Colorado, en una distancia de 1.300 kilómetros, el terreno se compone de cascajo; los guijarros son en su mayor parte de pórfido, y probablemente proceden de las rocas de la Cordillera. Al norte del Colorado esta capa se adelgaza, y los guijarros se hacen excesivamente pequeños, terminando aquí la vegetación característica de Patagonia.

Después de recorrer a caballo unos 34 kilómetros, llegamos a una ancha faja de dunas de arena, que se extiende hasta donde la vista puede alcanzar de Este a Oeste. Las lomas de arena, que descansan sobre arcilla, permiten la formación de pequeños charcos, lo que suministra en este seco país un surtido inapreciable de agua dulce. Frecuentemente pasan inadvertidas las grandes ventajas que proceden de las depresiones y elevaciones del suelo. Los dos raquíticos manantiales existentes en el trayecto entre los ríos Negro y Colorado tenían su origen en insignificantes desigualdades de la llanura; a no ser por ellas no se