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cap.
darwin: viaje del «beagle»

Cuando alcanzamos la boca oeste de esta rama septentrional del Canal del Beagle navegamos entre muchas islas desoladas desconocidas, con un tiempo desastrosamente malo. No encontramos habitantes. La costa era casi en todas partes tan escarpada, que habíamos de seguir por muchas millas hasta encontrar espacio en que armar nuestras dos tiendas; una noche dormimos sobre grandes cantos rodados, entre los que había algas podridas, y al venir la pleamar tuvimos que levantarnos y trasladar nuestros petates. El punto más occidental que alcanzamos fué la isla Stewart, a la distancia de unas 150 millas de nuestro barco. Volvimos a entrar en el Canal del Beagle por el brazo meridional, y desde allí seguimos, sin ningún percance, hasta el Ponsonby Sound.


6 de febrero.—Hemos llegado a Woollya. El misionero Matthews nos contó tales horrores de la conducta de los fueguinos, que el capitán Fitz Roy resolvió llevarle de nuevo al Beagle, y últimamente le dejó en Nueva Zelandia, donde tenía un hermano misionero. Desde que partimos comenzó en la colonia una serie de robos sistemáticamente perpetrados; fueron acudiendo sucesivamente nuevos grupos de indígenas; York y Jemmy perdieron muchas cosas, y el misionero casi todo lo que no había ocultado bajo tierra.

Según parece, todos los efectos fueron divididos en trozos y repartidos entre los naturales. Matthews refirió que se había visto precisado a ejercer una vigilancia constante y molestísima; noche y día se vió rodeado de los salvajes, que intentaron abrumarle a fuerza de hacer ruido junto a su cabeza. Cierto día un viejo, a quien el misionero rogó que saliera de su wigwam, volvió al punto con una gran piedra en la mano; otro día llegó una cuadrilla, armada de piedras y palos, y algunos de los más jóvenes, junto con el hermano de Jemmy, dieron grandes gritos; Matthews