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racterizado aquí por muchas formas extrañas; algunas especies tienen escudetes coriáceos puntiagudos, y otras, alargados y tibias espinosas. Todos los senderos del bosque estaban obstruidos con recias telas amarillas de una especie perteneciente al mismo grupo que la Epeira clavipes de Fabricius, y de la cual dijo antiguamente Sloane que en las Indias Occidentales tejía telas bastantes recias para cazar pájaros. En casi todas esas telas vive, como parásita, una especie pequeña y bonita de araña con las patas anteriores muy largas y que parece pertenecer a un género no descrito. Supongo que, a causa de su pequeñez, no es percibida por la gran Epeira, que le consiente hacer presa en los diminutos insectos adheridos a los hilos, siendo de esta suerte utilizados. Al ahuyentarla, esta menuda araña, o se finge muerta, extendiendo sus patas delanteras, o se deja caer repentinamente de la tela. Una gran Epeira, del mismo grupo que la Epeira tuberculata y cónica, es extremadamente común, sobre todo en los sitios secos. Su tela, que generalmente se halla tendida entre las grandes hojas de la pita común, está reforzada a veces hacia el centro por un par o dos de cintas en zigzag, que unen dos radios adyacentes. Cuando queda prendido algún insecto grande, saltamontes o avispa, la araña, mediante un ágil movimiento, le hace voltear con suma rapidez, y al mismo tiempo, sacando una banda de hilos de sus hileras, envuelve apresuradamente a su presa como en el capullo de un gusano de seda. La araña examina luego a su víctima, impotente, y le da la mordedura fatal en la parte posterior del tórax; después se retira y aguarda pacientemente a que el veneno haya producido su efecto. La virulencia de la ponzoña puede colegirse por el hecho de que al medio minuto abrí la tela y hallé una avispa enteramente muerta. Esta Epeira permanece siempre con la cabeza hacia abajo, cerca del centro de la tela. Al molestarla procede de