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cap.
darwin: viaje del «beagle»

rojiza, que contiene algunas conchas y numerosos trocitos de cerámica roja y basta, más abundante en unos sitios que en otros. En un principio me incliné a creer que este lecho superficial, a causa de su gran extensión y uniformidad, debía de haberse depositado en el fondo del océano; pero después lo hallé en un sitio que descansa sobre un piso artificial de piedras rodadas. Parece, pues, muy probable que en un período en que el terreno estaba a más bajo nivel había una llanura muy semejante a la que ahora rodea El Callao, la cual, estando protegida por una playa de cascajo, se elevó muy poco sobre el nivel del mar. En esta llanura, con sus lechos infrayacentes de arcilla roja, supongo que los indios manufacturaban sus vasijas de barro. Probablemente el mar, durante algún violento terremoto, invadió la playa y convirtió el llano en un lago temporal, como sucedió alrededor del Callao en 1713 y 1746. El agua, en tal supuesto, habría depositado fango con fragmentos de cacharros de las alfarerías, más abundantes en unos sitios que en otros, y además conchas marinas. Este lecho, con cerámica fosilizada, está casi a la misma altura que las conchas de la terraza inferior de San Lorenzo, donde hallé encastrados el hilo de algodón y otras reliquias indias. De todo lo cual podemos concluir con toda seguridad que en el período indio-humano se ha efectuado una elevación como la anteriormente aludida, de más de 85 pies, contando con que ha de haberse disminuído algo, efecto del hundimiento de la costa, desde que se grabaron los antiguos mapas. En Valparaíso, aunque en los doscientos veinte años anteriores a nuestra visita la elevación no debe haber pasado de 19 pies, sin embargo, después de 1817 el terreno ha subido, ya gradualmente, ya de pronto, en el choque de 1822, de 10 a 11 pies. La antigüedad de la raza indio-humana aquí, juzgando por la elevación del terreno en unos 85 pies, desde que los mencionados restos quedaron se-