ocurriera estar a punto de naufragar en alguna costa desconocida, sin duda haría votos por que se hubieran extendido hasta ella las predicaciones del misionero.
En punto a moralidad, se ha dicho muchas veces que es preciso calificar de muy deficiente la virtud de las mujeres. Pero antes de censurarlas con demasiada severidad convendrá traer a la memoria las escenas descritas por el capitán Cook y Mr. Banks, en que intervenían las abuelas y las madres de la generación actual [1]. Los más severos en sus juicios deberían considerar lo mucho que influyen en la moralidad de las mujeres europeas las ideas y prácticas de la educación maternal, y, sobre todo, en cada caso particular, los preceptos de la religión. Pero es inútil argüir contra tales razonadores; paréceme que, disgustados de no hallar el desenfreno y licencia de otros tiempos, se obstinan en no dar crédito a una moralidad que quisieran ver destruída, y a una religión que miran con desdén, si es que no la desprecian positivamente.
Domingo 22 de noviembre.—El puerto de Papiete, donde reside la reina, puede considerarse como capital de la isla; es también sede del gobierno, y es el más frecuentado de los barcos. El capitán Fitz Roy desembarcó, en compañía de varios oficiales, para asistir a los oficios religiosos de la capilla, primero en idioma tahitiano y luego en inglés. Ofició Mr. Pritchard, primer misionero de la isla. El edificio era una amplia y aérea construcción de madera, que estaba repleta de gente limpia y aseada, de todas las edades y de ambos sexos. Sufrí un desencanto en lo relativo a la atención y compostura; pero creo que esperaba demasiado. Con todo, el efecto del conjunto era exactamente igual al de las iglesias rurales de Inglaterra.
- ↑ Véase los Viajes de Cook en la colección de Viajes clásicos, editada por Calpe.