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cap.
darwin: viaje del «beagle»

El canto de los himnos resultó, sin disputa, agradable; pero el sermón del misionero, aunque pronunciado sin tropiezos, sonaba desagradablemente; la repetición constante de palabras como tata, ta, mata mai le hacía monótono. Después de terminado el servicio religioso en inglés, unos cuantos marineros regresaron a pie a Matavai. Era un paseo agradable, que a trechos corría a lo largo de la playa y a trechos a la sombra de un hermoso arbolado.

Hace cosa de dos años, un pequeño barco bajo pabellón inglés fué robado por algunos naturales de las islas Low, que entonces se hallaban sujetas a la reina de Tahiti. Se creyó que los perpetradores obedecieron a instigaciones de ciertas leyes indiscretas promulgadas por Su Majestad. El Gobierno inglés pidió una indemnización, que fué reconocida como justa, conviniéndose en que el Gobierno de Tahiti pagaría una suma aproximada a 3.000 dólares el día 1 del pasado septiembre. El comodoro que estaba en Lima ordenó al capitán Fitz Roy averiguar lo que hubiera sobre esa deuda y pedir satisfacción en el caso de no haber sido satisfecha. A consecuencia de ello, el capitán pidió una entrevista con la reina Pomarre, ya famosa por el mal trato recibido de los franceses, y hubo de reunirse un Parlamento para examinar el asunto, asistiendo los jefes principales y la reina. Después de haber sido descrita esta entrevista con todo género de interesantes pormenores por el capitán Fitz Roy, no intentaré repetirlos aquí. Resultó que no se había pagado la indemnización; las razones alegadas eran tal vez de dudoso valor; pero, por otra parte, no hallo palabras para expresar la admiración que nos causaron el buen sentido, las racionales observaciones, la moderación, la ingenuidad y la pronta resolución demostradas por ambas partes. Creo que todos salimos de la reunión con un concepto de los tahitianos muy distinto del que teníamos al entrar. Los jefes y el pueblo