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chile central

Tierra del Fuego. He visto sus huellas en la cordillera de Chile Central, a una altura que no bajaba de 3.000 metros. En La Plata, el puma caza principalmente ciervos, avestruces, vizcachas y otros pequeños cuadrúpedos; rara vez ataca al ganado vacuno o caballar, y menos frecuentemente aún al hombre. Pero en Chile causa estragos en los potros y terneros, a falta, sin duda, de otras presas; asimismo nos dijeron que en varias ocasiones dos hombres y una mujer habían perecido entre las garras de la fiera. Se asegura que el puma mata siempre a sus víctimas saltando sobre ellas y tirando hacia atrás de la cabeza con una de sus garras, hasta descoyuntar las vértebras; vi en Patagonia esqueletos de guanacos con sus cuellos dislocados.

El puma, después de saciarse, oculta el resto del cadáver entre espesos arbustos y se echa junto a él vigilando. Este hábito hace a menudo que se le descubra, porque los cóndores, girando en el aire, descienden de cuando en cuando a participar del festín, y al ser ahuyentados levantan todos juntos el vuelo. Por aquí conoce el guaso chileno que hay un puma guardando su presa; la noticia se propala inmediatamente, y hombres y perros se apresuran a darle caza. Sir F. Head dice que un gaucho en las Pampas, apenas vió algunos cóndores girando en el aire, exclamó: «¡Un león!» Por mi parte confieso no haber tropezado con nadie que pretendiera poseer esa habilidad. Se asegura que el puma, una vez descubierto y perseguido por estar guardando los restos de su víctima, no vuelve nunca a esa costumbre, sino que, harto, se aleja de aquel lugar. La caza del puma es fácil. En campo abierto se le enredan las patas con las bolas; luego se le echa el lazo, y se le arrastra por el terreno hasta dejarle exánime. En Tandil (al sur del Plata) me dijeron que en tres meses habían matado 100 del modo indicado. En Chile, generalmente acosan a la fiera, obligándola a refugiarse entre arbustos o árbo-