nealógico, segun el cual el hombre no deberia representar más que una familia, ó quizás tan sólo una sub-familia. Si suponemos tres líneas de descendencia, procedentes de un orígen común, podremos concebir perfectamente que, despues de trascurrido mucho tiempo, dos de entre ellas hayan cambiado poco y continúen como especies del mismo género, pero que la tercera se haya modificado lo bastante para merecer que se la clasifique como sub-familia, familia, ó hasta órden distinto. Aun en este caso, es casi positivo que esta tercera línea seguirá conservando, por herencia, numerosos puntos de semejanza con las dos restantes. Aquí es donde se presenta la dificultad, actualmente irresoluble de saber cuál es el alcance que debemos conceder en nuestras clasificaciones á las diferencias muy marcadas que pueden existir sobre muchos puntos (esto es, á la extension de la modificacion sufrida), y cuál es la parte que debemos atribuir á una similitud limitada á una porcion de puntos insignificantes, como indicacion de las líneas de descendencia, ó la genealogía. La primera alternativa es la más evidente, y tal vez la más segura; la última parece ser la que dá más correctamente la verdadera clasificacion natural.
Para basar nuestro juicio en este asunto relativamente al hombre, consideremos la clasificacion de los simiodeos. La mayoría de los naturalistas conviene en dividir esta familia en grupo catirrino, ó monos del antiguo mundo, todos los cuales están caracterizados (como su nombre lo indica) por la estructura particular de sus narices y la presencia de cuatro pre-molares en cada mandíbula; y en grupo platirrino, ó monos del nuevo mundo (comprendiendo dos sub-grupos muy distintos) caracterizados todos por la conformacion muy distinta de las narices y la presencia de seis pre-molares en cada mandíbula. Podrian