do máximo en la época del celo; y finalmente los que sirviendo únicamente para el adorno del individuo, y no teniendo otra utilidad positiva, no han podido ser debidos á la seleccion natural.
En el conjunto del reino animal, cuando los sexos difieren por su apariencia exterior, casi siempre el macho es el que presenta mayores modificaciones: la hembra conserva los mismos caractéres de la primera época de su vida. La causa de esto parece depender de que los machos de casi todos los animales tienen las pasiones más fuertes que las hembras. Por eso los machos luchan entre sí, hacen gala asiduamente de sus atractivos ante las hembras, y los que triunfan, por su mérito ó valor, de sus rivales, transmiten á su prole masculina los caractéres que les han dado la superioridad. Es cosa sabida que, en todos los mamíferos, los machos persiguen con ardor á las hembras. Lo propio acontece con las aves, aunque ménos que á perseguirlas tienden los machos á fascinar á las hembras desplegando ante ellas su plumaje, haciendo movimientos y ademanes extraños y cantando en su presencia. En los pocos peces cuyas costumbres se han estudiado, el macho parece ser mucho más ardiente que la hembra. La misma ley rige para todos los insectos; entre las arañas y crustáceos los machos son más activos y de costumbres ménos metodizadas que las hembras.
Tantos hechos como confirman esta ley, nos inducen á buscar las causas que la determinan; pareceria natural que los dos sexos se buscasen mutuamente; ¿por qué no sucede así y el macho es solo el que toma una parte más activa en la pasion? En las plantas, despues de la fecundacion, los óvulos deben ser nutridos algun tiempo, y por lo tanto es preciso que el pólen sea llevado á los órganos hembras, y colocado sobre el estigma, ya con ayuda del viento ó de los insectos, ya por los movimientos espontáneos de los estambres.
En los animales de organizacion inferior establecidos de una manera permanente en un mismo sitio, y que tienen separados los sexos, el elemento macho pasa in-