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me cansan. Verdad es que seria por mi parte una insigne ingratitud. Debo á la poesía cuanto soy, cuanto valgo, cuanto poseo. En los varios azares de mi vida, ella ha sido mi consuelo y mi arma, mi sosten y mi vengador. Hé aquí por qué de todos los títulos y de todos los honores, el que más me ha halagado siempre es el de poeta. Una vez más trato por medio de este libro de averiguar si lo merezco.

Pero aunque así no sea; aunque mis sonetos se estrellen en los escollos de la crítica, ó lo que es peor aún, naufraguen en las ignoradas playas del olvido, no por eso prometo á ustedes arrepentimiento ni enmienda; nada de eso. Me he jurado á mi mismo, y soy incapaz de hacerme traición, que si Dios, como espero, se digna concederme en el supremo trance la serenidad de espíritu que no me negó nunca, mis últimos versos serán mi epitafio: E cosi sia.


Madrid. — Setiembre, 1870.


M. del Palacio.