Página:Clemencia, novela de custumbres (1862).pdf/101

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 57 —

co, que abria por arriba como una alcachofa, para lucir en la pechera de su camisa un alfiler cuyos brillantes estaban medio dormidos, y un cordon de pelo del que pendia un lente de plata metido en el bolsillo del chaleco. Suspiraba ruidosamente D. Galo cada vez que miraba el cordon de pelo, desde tiempo inmemorial: eso no quitaba que suspirase tambien por una porcion de jóvenes; pero con tan comedidos deseos y cortas exigencias, que quedaba completamente satisfecho, cuando al negarle una hermosa una contradanza y ponerse á bailar en seguida con otro, dejaba su abanico en su honrada custodia. En cuanto á su cabeza.....

— Dijose en una época calamitosa: ¡Los dioses se van! Ahora en una idem, idem, dirémos: ¡Los cabellos se van! ¿Por qué será que en este siglo de las luces hay tantos calvos y tantos cortos de vista? Los cortos de vista se comprende que lo sean, por lo que deslumbra tanto resplandor como dan las dichas luces; pero el cabello, ¿qué tiene que ver con las luces?

A esto dicen los dueños de ingratos cabellos, que la emancipacion de estos es debida á la actividad, á la fuerza, al vigor del pensamiento que le roba el suyo al pelo. Así es, por lo visto, que el pensamiento que fecunda tanta cosas, parece que tiene el mal tino de secar las raices del cabello, á cuya sombra nace: esta es una mala partida que no pueden disculpar sus admiradores mas frenéticos.

● El siglo XIX, que no es el siglo de oro, por más CLEMENCIA.

TOMO I. 7