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su perfume aleman de costumbres sencillas y decentes, habia cautivado para siempre el corazon de la Marquesa. Cual otro Czar de Rusia, habia sabido anonadar esta señora cuantas conspiraciones habian hecho sus hijas contra su honesto y querido juego; y el privado seguia en su no desmentido favor con la autócrata, la que mientras veia que presidian la mesa, que rodeaba la alegre juventud, el maestro Pino, que asi se denominaba el número uno, el abuelo, asi se denominaba al noventa, y que hacía su servicio la patrulla, así se denominaba el cinco, por constar de cuatro hombres y un cabo, se entregaba con espíritu tranquilo y corazon sosegado á los goces de su tresillo.

La tertulia era bastante numerosa aquella noche —¡y cosa estraña y no viștal—habian dado las nueve, y el exactísimo D. Galo Pando no habia hecho aun su aparicion.

. D. Galo era una necesidad en la tertulia de la Marquesa, porque era el complemento de la lotería, encargado como estaba de sacar los números; cargo que ejercia con una equidad, gracia y perseverancia admirables. Triste y desanimada se veia, pues, aquella gran mesa .cubierta de la bayeta verde en que se decidian los destinos de los ambos y de los ternos, con la falta de su presidente.

La Marquesa jugaba al tresillo, y con asombro de D. Silvestre hacía renuncio sobre renuncio, distraida por el chapaletéo de un intempestivo aguacero de