Página:Clemencia, novela de custumbres (1862).pdf/130

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 86 —

—Te ha dado flechazo? le preguntó uno de sus compañeros.

—Esas flechas de plumas de marabú, dijo otro, no dan flechazo á Guevara; le hieren mas las flechas con plumas de pajarracos ménos pulidos.

—Mi gusto no está contratado, repuso Fernando; es libre como el aire.

—Pues hombre, tú que no eres amigo de suspirar en valde, no debes picar tan alto.

—Es que si me se antoja suspirar no suspiraré en valde, dijo Fernando.

—Hombre, exclamó uno de sus compañeros, te sabia arrogante; pero no te sabia fátuo.

—Apostemos, dijo pausadamente Fernando.

—Está loco, exclamaron todos á una voz.

—Apostemos, repitió Guevara con la misma calma.

—Fernando, te estás poniendo en ridículo; mira cómo se rien; estás haciendo el oso, dijo á media voz un amigo suyo.

—Apostemos, repitió por tercera vez Fernando; pero no una onza ni dos, sino media talega: ¿quién la lleva?

—Yo, dijo un rico jóven de Sevilla, indignado de la insolente presuncion del oficial.

—¿Diez mil reales?

—Diez mil reales.

—Senores, sois testigos, dijo Fernando.

—Es preciso fijar un plazo, advirtió el oponente.