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feria en punto á círculos aquellos que estaban en su cuerda, y en los que sin sujecion podia dejarse ir á sus groseras tendencias.

Los padres de Guevara habian condescendido gustosos á sus deseos de entrar en la milicia, por no poder desde que era niño, sujetar ni sufrir sus desmanes. Pero, habiendo tenido la desgracia de perder á dos hijos mayores que Fernando, habia un año que insistian en que se retirase del servicio, por ser ya el único representante y heredero de su rica casa.

Fernando, empero, se estremecia con la sola idea de meterse á los veinte y cuatro años en un pueblo pequeño del interior, y de renunciar á su alegre y aventurera vida.

Venian en este momento acercándose Alegría y su amiga á este grupo.

Fernando, apoyado el cuerpo en su remo izquierdo, Y cruzado de brazos, las miraba con insolencia.

—¡Qué linda es! dijo uno de los presentes: no hay duda que es la mas bonita de cuantas muchchas encierra Sevilla.

—No tal, repuso Fernando Guevara; que lo es mucho mas la que le sigue con esa señora, que será su Madre.

—No es su Madre, es su Tia, la Marquesa de Cortegana —¿Y la niña?

—Se llama Clemencia Ponce.

—No vi criatura más hermosa, dijo Fernando.