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soltura, á una reserva afectada, á una candidez hipócrita y á una timidez estudiada; sin que esto se oponga á que consideremos como el tipo de la jóven cumplida, la que embellecen una candidez sincera, una reserva natural y una timidez real, mas interna que externa, mas en las ideas que en el porte, y que mas bien se disimule que se ostente.

Creemos que todo hombre delicado quisiera ver vacilar á la joven que ha elegido por companera, entre el regazo de la Madre que la retiene, y los brazos del marido que la aguardan. Creemos que querrian oir la dulce voz materna decirle: «En breve ese hombre que aun te impone, te será íntimo y querido como me lo es á mí tu Padre; no llores, no llores; no atribuya á falta de cariño hacia él el dolor que te causa la despedida á tu cuna. Mira en el amante al compañero de tu vida, al Padre de tus hljos, para que no te imponga como extraño.» Hay hombres como Guevara, que relegarian, si las oyesen, estas nuestras opiniones al ridículo, ó cuando más á un curso de moral, y no á reglas de delicadeza; pero los más de los hombres, y sobre todo, los que hacen la debida diferencia entre una mujer legítima y una querida, piensan como nosotros; y las jóvenes deberian atenerse á la opinion de estos, y convencerse de que la mujer á la cual se recibe de las manos de su Madre, tiene doble valor y prestigio que la que se entrega.

Aumentábase la afliccion y angustia de Clemen-