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cia al ver que sus lágrimas en lugar de causar compasion ó inspirar palabras de consuelo á su marido, le causaban el mas acerbo despecho, atribuyéndolo (y quizás no se equivocaba del todo) á alejamiento hácia él. Asi era que si nada habia hecho Guevara pa ra captarse el cariño de Clemencia, ésta por su pan te, sin saberlo, sin comprenderlo, hacia cuanto era dable para alejar de sí á su marido, que miraba la reserva como una prueba de antipatía, al que chocaban los sentimientos tiernos y suaves como afectaciones y ramilgos, y al que horripilaban las lágrimas como a otros la sangre.

Asi es que nunca unió la suerte dos seres con eler mentos tan contrapuestos como lo eran los que componian las respectivas naturalezas de ambos consortas, ni más á propósito para rechazarse mútuamente.

A esto se unia el que Clemencia tenia diez y seis años, y Fernando veinte y cuatro, y que no conocía el mundo ni el corazon humana; lo que les hacia carecer de la prevision y de la prudencia que este ca nocimiento da. Faltábales la experiencia, que sabe desvanecer cargos explicando causas, hacer conce siones, temporizar, y sacrificando algo en lo prese ta, preparar el porvenir.

Pero Clemencia, criada en un convento, nada sahia de la vida, ni de las pasiones,. an ouye mas grose ro círculo era lanzada sin graduacion, y Fernando que no habia salido casi de cuarteles y garitos, nada sabia de sentimientos de corazon, de delicadeza, ni de