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CAPITULO X.

Cuando Clemencia, aliviada de sus males y calmado su dolor, pudo ocuparse de que la rodeaba, poca variacion halló en la superficie de las cosas en casa de su Tia. El Marqués de Valdemar habia permanecido en Sevilla, lo que llenaba de satisfaccion á la Marquesa, que decia á D. Silvestre: —Una gallina ciega halla á veces un grano de trigo; asi Vd. acertó en darme el mejor de los consejos.

Nada he escrito á mi hermana, y Valdemar no debe de estar desesperanzado, cuando permanece en Sevilla, frecuenta tanto mi casa, y le noto animado y contento. ¡Si era imposible que esa niña, que no tiene un pelo de tonta, jugase su suerte por aquello de la tuya sobre la mia.

— ¿Lo ve Vd., señora? contestaba D. Silvestre; es