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un dia pensé: basta do inonicaquerías. Sabes que tengo malas pulgas, y que no me he de morir de cólico cerrado; así fué que me planté como vaca flaca, y le dije: ¿qué se ofrece? ¿qué anda Vd. tras de mí como la soga tres del caldero ?Me dijo entónces con mas palabras que un abogado, que me queria, y qué sé yo que más chicoléos. Le dejé acabar su retahila, y le dije: —¿Y qué más?—Me respondió que lo que deseaba era que le diese una cita.—Bien está, le contesté.—¿En dónde? me preguntó.—En San Márcos (1), le grité, so descabellado, y le volví la espalda.

Pero... ¿quién podrá ser ese pretendiente? dijo la Marquesa, que preocupada, no habia prestado atencion alguna á la aventura amorosa de su amiga.

—Anterior debe de ser á su viudez el enamorado, puesto que desde que murió su marido,—(buen calavera era, segun he oido decir)—no ha salido ella apenas de su cuarto.

—Es muy cierto. ¿Si será de.....

—Del lengüilargo desfachado de Paco Guzman?

No: ese anda tras de la buena alhaja de Alegría.

—¡Qué disparate, mujer!

—No tengas cuidado; que ella no le quiere sino para pasar el rato: pica mas alto.

—¿Si será la carta de Valdemar?

—¡Ahí va la cosa! Temes que sea del Marqués, (1) Casa de locos de Sevilla.