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CAPITULO XI.

En la orilla del mar tenian los Marqueses de Cortegana un coto agreste y solitario. No lejos de la playa se levantaba un gran caserío sólido y duradero, pero sin gusto y sin comodidades; formaba esta mole un cuadro, en medio del cual habia un vasto patio empedrado, en cuyo centro se elevaban dos palmeras, que desde léjos se veian mecer sus copas, como negando la entrada del austero y solitario edificio.

En uno de sus lados tenia este caserío una inmensa portada, sobre la que se elevaba una especie de torrecilla, en que estaba un nicho pequeño con la imágen de Nuestra Señora de la Soledad, de la cual tomaba el nombre la posesion.

Enfrente de la portada, sobre unas gradas, estaba una sencilla cruz de madera. Al lado derecho de