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la puerta colgaba una cadena, perteneciente á una campana, que pocas veces anunciaba la llegada de un forastero. La fachada, que daba frente al mar, tenia las pocas ventanas enrejadas, abiertas en el edificio, que tomaba luz del patio, lo que le daba un aire aun mas adusto y reconcentrado, En uno de los hermosos dias de otoño, que son un blando y fresco recuerdo de los de verano, apareció en apresurado y no interrumpido trote una berlina tirada por seis caballos, dirigiéndose hácia aquel caserío. El hondo y uniforme ruido de las ruedas sobre la tierra seca, no era interrumpido sino los por gritos angustiosos con los que los mayorales animan, ó mejor dicho, asustan ó angustían al ganado. Paró ante la portada, y resonó en el aire el claro sonido de la campana, despertada por la cadena de su largo sueño.

— A este inesperado toque, aquel callado y soñoliento recinto pareció despertar sobresaltado; los perros ladraron, las gallinas y pavos huyeron cacareando, los chiquillos gritaron, y por último, se oyó el ruido que hacia al descorrerse un enorme y enmohecido cerrojo; las pesadas puertas chillaron sobre sus goznes, y el coche entró en el grande y alegre patio.

Asombrada acudió la casera, que era una buena anciana que alli vivia con sus hijos y nietos.

—¡Válgame Dios, señorital exclamó apurada, ¿y porque no se me ha avisado esta venida, y habria tenido limpio y aviado siquiera lo alto?