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Lo que aprendas, librete Dios de lucirlo; pues harías de un bálsamo un veneno; oculta las flores, que cuando su vista no brille, será más suave y mas atractivo el perfume que aun escondidas exhalen.

Confiesa una falta, (supongo, hija mia, que las tuyas serán siempre de aquellas que se pueden confesar sin vergüenza) confiesa una falta, digo, y ocul ta un mérito, pues hay en los hombres más indulgencia que justicia.

No desprecies á nadie, pues el desprecio, ese acerbo primogénito del orgullo, no debe nunca profanar la nobleza de tu alma, la modestia de tu sexo, la delicadeza de tu corazon, ni la equidad de tu conciencia; pues es el desprecio crímen de esa huma nidad.

Pero sobre todo, tén presente que el saber es algo; el génio es aun más; pero que hacer el bien es mucho más que ambos, y la única superioridad que no crea envidiosos.

Ama la lectura, sin que llegue tu aficion á pasion; mira á los libros como amigos apacibles y agradables, llenos de buena enseñanza, sin caprichos ni falsias, que nada exigen y conceden mucho, que se suelen olvidar en la prosperidad, y se vuelven á hallar en la desgracia, prontos á consolar, distraer y dirigirnos; pero que no deben absorberte ni apasionarte como amantes.

Aun cuando tu meinoria no retenga una buena lectura, no creas que hayas perdido el fruto, pues te