Página:Clemencia, novela de custumbres (1862).pdf/246

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 202 —

de que nadie le caliente el lomo sino tú, jestás? No ha de enseñorearse Andaluz, por via del Dios Baco, sino con un Guevara ¡Vea Vd.! ¡Andaluz, que hace polvo en un lozadal!

—¡Qué temeridad! decia el Abad, y este increible errojo las ha salvado á las tres! Pablo, das razon á un antiguo refrán escocés, que dice que lo mas prudente es el valor.

—¡El demonio se pierda! exclamó don Martin. ¡Y que no supiera yo ese refran! es decir, sabia el sentido, pero no lo sabia enversado; no se me olvidará.

—¡Exponerse de esta suerte por un éxito tan dudoso? prosiguió el Abad, ¡Oh noble y ciego ímpetu de la juventud!

De todas las maneras la salvaba, Tio, repuso Pablo.

—Así, así, exclamó D. Martin; así se hacen las hazañas, exponiéndose; si nó, no lo son; toma, toma! Señor Abad, á costa de su pellejo, Francisco Estéban fué guapo. A tanto se expone el cuerpo como padece el alma.

Juana y su hija se habian abalanzado á las niñas, que estrechaban en sus brazos Y cubrian de lágrimas; más ahora se precipitaron hácia Pablo, abrazándole Y besando sus manos con ese entusiasmo de los corazones ardientes, tan expansivo y tan tierno.

—¡Vaya! exclamaba Juana; que se expusiese asi (