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XXIII
 

joven lugareño, tímido y falto de instruccion; pero honrado y lleno de talento y nobles instintos. Clemencia es el ídolo de todos. El Abad la instruye; D. Martin y su esposa la quieren como una hija, y Pablo siente germinar en su pecho un secreto amor hácia ella. Pero el pobre jóven conoce que no es digno de ser amado: comprende su ignorancia, y trata de remediarla con el estudio: vé que sus modales son bruscos, y se empeña en adquirir los de la buena sociedad. El amor hace maravillas, y Pablo consigue lo que desea: algunos años bastan para trasformarle completamente. Clemencia, sin embargo, solo puede quererle como hermano, y feliz con sus libros, sus pájaros y sus flores, no piensa en el amor.

Un dia, Clemencia que ha salido al campo y sentada bajo unos árboles, oye las inocentes palabras de dos niñas que la acompañan, vé venir hácia ellas un toro desmandado, un toro de esos que dejan eterna memoria en los fastos de nuestros bárbaros espectáculos. La fiera se detiene á poca distancia, y clavándoles su sangrienta mirada, escarva la tierra con horrible ademan. Clemencia