Página:Clemencia, novela de custumbres (1862).pdf/278

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 8 —

trigo, y los vicios con castigo; y déjeme Vd. el alma en paz, que si no... perdemos las amistades.

—El amigo que no dá y el cuchillo que no corta, que se pierda, poco importa, dijo entre dientes la tia Latrana.

—¿Qué está Vd. ahí musitando? preguntó Don Martin.

—Nada, señor; sino que si mi sobrino se muere ó le matan, no quisiera yo estar en el pellejo de su mercé, que lo habria podido remediar, y no lo ha hecho. El que dá un mal rato, no lo espere bueno.

Y la tia Latrana se alejó, redoblando sus soponcios.

—A Vd., es preciso matarla ó dejarla, le gritó furioso D. Martin; pero un dia acabará Vd. con mi paciencia y mas que sea Vd. hembra y pobre, si vuelve Vd. á dar rienda suelta á esa lengua que se le debia caer de un cáncer..... como soy Martin, que le tiro á la cabeza lo primero que me caiga á las manos: ya está Vd. prevenida, tia farota.

Con este antecedente, comprenderá el lector que cuando fué Clemencia, en quien tenian los pobres una eficaz intercesora, á hablar á D. Martin en favor de la tia Latrana, no le hallaria tan dispuesto á complacerla como solia estarlo.

—Padre, le dijo una mañana, ahí está la tia Latrana que quisiera hablar á Vd.

—Dile que estoy sordo, contestó D. Martin.

—¡Si nunca lo está Vd. cuando los pobres lo necesitan!