Página:Clemencia, novela de custumbres (1862).pdf/311

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 41 —

—Malva—rosita, ví que mi proyecto no te agradaba; asi no hablemos mas de eso. No te separes de mí; en lo demás haz tu real gana, que cuando yo falte no tengas cuidado...

—¡Oh, Padre! exclamó Clemencia, llenándose sus ojos de lágrimas.

—No digo que no me sientas. ya sé que me sentirás. Pero, hija mia, los viejos tenemos que ir por delante, y los duelos con pan son menos; así es, que te ha de quedar—¡por vida mia! para que arrastres coche.

—Yo coche, señor? Si los aborrezco, lo sabeis.

No, no penseis en eso.

—Pues será para monos.

—Senor, sabeis que no me gustan.

—Pues para brocados, como te mereces.

—Senor, Calderon dice: el cuerpo lo viste el ore pero el alma la nobleza.

$ —Pero no dice, y debia decirlo, que el alma vestida de nobleza está mejor en un cuerpo vestido de oro, que no en uno de guinapos, jastás, Mari—sabidilla?... que te nos vienes con textos de escritura.

Asi tendrás dinero, y lo tendrás, sí, para otra cosa no, para echarlo por la ventana. ¿Si tendré yo, anadia entre dientes, que cargar con mi herencia para el otro mundo? ¡Caracoles!