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más profunda y sincera que sobre su competidor, se sentia el inglés sin querer confesárselo, celoso á pesar de que conocia la preferencia que de él hacia la jóven viuda; pues el corazon de Clemencia, si bien lo velaba la modestia, no lo disfrazaba el artificio. Sir George no pudo ménos de conocer que era de Brian un competidor temible. Sufrieron entonces sus sentimientos un notable cambio. Solicitada y amada por un hombre como el Vizconde, le apareció Clemencia por un prisma seductor; la inquietud que le causó la rivalidad con un hombre como de Brian, fué como un galvanismo que dió una vida facticia á sus muertos sentimientos. Entonces se obstinó impulsado por cuanto aun vibraba en él, amor propio, deseo material, capricho y orgullo en no dejarse á toda costa suplantar por un competidor.

—Es preciso, se decia, que yo sea un buzo diestro y diligente para sacar y apoderarme de su amor, esa perla que en tan profundo y sosegado elemento duerme, que podria encerrarse en su concha, si enturbio el agua, ó dormir profundamente, si no la muevo, ó ser arrebatada por otras manos, si no me anticipo.

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