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reconocido al hacerse Príncipe; pero éste lo fué al hacerse criado, lo que prueba que es más facil subir que bajar.

—¿Luego dirán que los ingleses no son finos ni corteses! exclamó admirado D. Galo, léjos de notar la ironía. Lo que decís es un cumplido tan fino, que ni el Vizconde se hubiese explicado con más delicadeza. Clemencita, si no venís, me retiro, aunque me pesa de veras dejar tan buena compañía; pero la lotería estará impaciente con mi tardanza.

—Mil veces os he dicho, Sir George, dijo Clemencia cuando estuvieron solos, que gastais en valde vuestra refinada ironía: por desgracia yo soy la sola á quien llegan y hieren sus tiros. Buenas noches, Sir George.

—Señora... ¿me echais?

—A esta hora salgo ó cierro la puerta de mi casa.

—¿No quereis hablar conmigo un momento siquiera, libre de las trabas de esos importunos, que me hacen estar en vuestra presencia frio como un extrano, cuando solo quisiera estar á vuestros piés como el más apasionado amante? ¿Me aborreceis, pues, Clemencia?

Al ver á aquel hombre tan bello, tan superior, tan distinguido y tan altivo, á sus piés, sintió Clemencia que le amaba; pero se retrajo, como el que bajando una suave cuesta sembrada de césped, se pára á ver, antes de seguir su impulso, á donde le conduce; ó como el joyero que al ofrecerle una alhaja que le deslumbra, se detiene antes de pagarla pára averiguar si es falsa ó nó.