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Sir George era hombre que calzaba muchos puntos para que una coquetería tan vulgar y descocada lo pudiese se lucir. Es probable que en otras circunstancias no habria sido tan desdeñoso un hombre corrompido, como lo era Sir George, pues la mujer que busca al hombre, tiene la fácil tarea de aprisional al vencido; pero Sir George tenia demasiada delicadeza en su imaginacion, para dejarla impresionar ante un sér que la llenaba toda, por otro sér que no alcanzaba á ocuparla; y que aun en circunstancias normales no habria sido para él sino un ligero pasatiempo. Tampoco era bastante novel para pensar en el mezquino medio de estimular por celos el naciente amor de una mujer como Clemencia; muy al contrario, conocia muy bien cuanto perderia á sus ojos si llegaba ella á comprender que acogia las provocaciones de una coqueta de la especie de Alegría.

La inalterable indiferencia de Sir George picó á ésta, que pasó á otra clase de agasajos más directos.

No hubo pregunta que no le hiciese, afectando no contestar ni hacer atencion a los demás que le hablaban ó se ocupaban de ella, para atender y ocuparse única y esclusivamente de él. Le instó á ir á Madrid, poniendo á Sevilla y á su sociedad en ridículo con lo más picante de la burla y lo más ágrio de la sátira; armas tan bien manejadas por ella; pero todos sus artificios se estrellaron contra un frio glacial, que solo se halla en los polos y en el continente de un inglés que lo quiere ostentar. Sir George, sin faltar