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Al verle Dona Eufrasia, que le conservaba toda su ojeriza, dijo á Constancia á media voz: —¡Vaya un disimulo!..... Con tu hermana venía, que yo los ví.

—Nada de extraño tendría, contestó está.

—¿Con que nada de extraño tendria? repuso la severa dragona: vamos, hija mia, parece que tienes confesor de manga ancha. Sabes que su marido no quiere que se acompañe con él y la mujer que no hace lo que quiere su marido, cate Vd. ahí un divursio.

— —Cambio de ministerio, dijo Paco Guzman despues de saludar y de informarse del estado de la Marquesa.

—¡Qué me importa! contestó la pobre senora suspirando.

—Salir de sillas y entrar en Caribes, exclamó Doňa Eufrasia, que queria decir Scila y Caribdis.

—¿Qué le han hecho & Vd. los ministerios que los pone de caribes? preguntó Paco Guzman.

—¿Qué me han hecho? ¡pues no es nada! ¡el dia del juicio lo verán, pícaros! ¡ladros! ¿Y Vd. los defiende? Será por espíritu de contraposicion.

—Los defiendo á capa y espada; se ha hecho en extremo ganso ylvulgar criticar á los gobiernos. Nadie de buen tono lo hace. Pero Vd. señora, ¿porqué arma contra ellos sus formidables baterías, de que habla Napoleon en sus Memorias? ¿Qué han hecho á Vd. los Ministros, esos pobres Atlantes?