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entró D. Galo en casa de la referida señora, y se sentó al lado de su hija, que era una linda jóven de quince anos, ofreciéndole su corazon, á pesar que Paco Guzman lo habia calificado de Don Rehusado.

— —Don Galo, —dijo la jóven con esa gran ligereza en el hablar que tienen la mayor parte de nuestras jóvenes, ¿qué me dice Vd. del lance de Alegría Cortegana?

—Nada sé, hija mia, contestó D. Galo.

—Podrá Vd. desentenderse, pero no puede humanamente negar el hecho.

—Ni afirmarlo tampoco, hija mia.

—Sois muy prudente.

—Decid mas bien ignorante, Lolita.

—Vd. no sabe lo que no quiere saber.

—¡Ojalá! así no sabria por mi mal, que una niña tan bella y tierna como sois, Lolita, hija mia, pueda tener un corazon tan insensible, tan cruel y tan inflexible.

—Don Galo, mientras esteis con lo sensible, y lo inflexible á pleito, os pronostico que no bailaréis bien la polka.

—¿Por qué no, hija mia?

—Porque lo sensible y lo inflexible tienen malos resultados en las piernas, y se caerá Vd. como la otra noche en aquella galop de funesta memoria.

—No fué culpa mia. Bien sabeis que Paco Guzmán atravesó su baston para hacerme perder el equi-