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—No lo quiero, D. Galo, respondió Lolita; pues no sé lo que me empalaga más, si los corazones ó los L merengues.

—¿Saben Vds., dijo en recia voz D. Galo al cabo de un cuarto de hora, lo que he oido decir? Que el Coronel del regimiento de lanceros acaba de tener un choque vivísimo con el Capitan general, en que éste le acusa hasta de insubordinacion.

—¿Quien ha dicho eso? exclamó el oficial saltando de su asiento, y fijando en D. Galo sus airados ojos.

—La voz pública.

—¿Y Vd. lo repite sin más exámen?

—Las cosas públicas son del dominio de todo el mundo, segun Vd. mismo afirma, señor mio.

—Esto es dicho con sorna y con la inira de darme una leccion, ¿no es eso? Pero tened entendido que entre militares y hombres de honor se pesan las palabras antes de proferirlas, y el que las dice es responsable de ellas.

Viendo al oficial tan montado, intervinieron varias personas, queriendo dar otro giro á la conversacion; pero el oficial, que era violento é íntimo del Coronel, no desistia, y aseguró á media voz que Don Galo le daria una satisfaccion.

—Muy pronto estoy á darla, dijo sin alterarse Don Galo que lo oyó: pero no como el señor lo entiende.

Yo defiendo á mis amigos; pero no me bato sin motivo: además, un hombre de bien no puede defender