Página:Clemencia, novela de custumbres (1862).pdf/434

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 164 —

—¿Cómo es eso, señora? ¿Pues no es Vd. la ferviente abogada y la constante protectora de los pobres?

—Sir George, está Vd. hablando con ironía, y sabeis que me es antipática: por demás estais convencido de que por hermoso que me parezca el oro, no me parecerá bien el puñal hecho con ese metal..

¿Quiere Vd. confundir la santa voz cristiana que dice al rico: dá, dá, tus riquezas son un préstamo, y to abrirán la entrada en la mansion da los justos,—difícil como al camello el pasar por el ojo de una aguja, y la voz que grita al pobre: fuera la pobreza, aunque es tu herencia! ¡fuera la santa conformidad, aunque es tu galardon, tu mérito y tu virtud! ¡fuera tu alegría y moderacion, que son tu instintiva filosofía! Hay ricos ¡y tú no lo eres, pues rebélate, indígnate, desenfrena tus malas pasiones, la envidia, la soberbia, la ambicion y la rabia! pierde todo respeto..... roba! y si no te lo impiden los gendarmes, roba con el deseo y el propósito; que el mandamiento de Dios que lo hace delito, yo la anulo con mi gran poder?—Pero Sir George, Dios permite que de cuando en cuando se levanten hombres funestas del seno de las tinieblas, que son una gran calamidad, como las pestes y las tempestades. Estos hombrescual teas del abismo encienden una hoguera; esa hoguera alumbra á los ciegos, alienta á los tibias purifica á los prevaricadores, y de sus cenizas, cual fénix, sale más bella y más lozana la eterna verdad.