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que yacia débil é inerte en el corazon del hombre; doblemos, pues, la cerviz, ya que tales castigos merecemos. ¡Triste humanidad que decae y se enerva, y que necesita de cuando en cuando que el fuerte brazo de Dios la sacuda! Peleemos, pues, en esta gran lucha moral, pero con nuestras armas, la caridad, la moderacion, el santo celo y valerosa ostentacion de santas creencias y santas doctrinas. Bien por mal, Sir George, bien por mal: ¿qué enemigo no desarma esta táctica?

1 —¡Cuántas gargantas que cantaban cánticos, como vos ahora, Clemencia, fueron cortadas en Francia por la guillotina? Clemencia, cuando la humanidad se levanta y dá un paso adelante, nada puede retenerla; lo que bajo su planta se halla, es triturado por ella; es un mal inevitable y aun necesario.

—¿Con que, dijo eon triste sonrisa Clemencia, lo que yo llamo altos castigos y sacudimientos con que el brazo de Dios despierta á la inerte humanidad, vos lo llamais pasos de adelantos de la humanidad? Diftcilmente se creerá que tales pasos sean dados en la senda del bien, Sir George!: —Senora, no os será desconocida la máxima de vuestros sábios jesuitas: alcanza el fin sin reparar en los medios.

—Sir George, no hagais de una máxima de política, generalmente seguida por aquellos que pretenden hacer de ella un baldon á los jesuitas achacándosela, y cuyo gran preste teneis en la era pre-