Página:Clemencia, novela de custumbres (1862).pdf/46

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
— 2 —

por abajo, cada casa es un mundo, aunque Vd. diga que no.

—Señora, yo no digo ni que sí ni que no.

—Asi es Vd. en todo: ¡bendito Dios que le ha criado mas fresco que una lechuga! Como si no tuviese yo bastante con dos hijas, me manda Dios esa sobrina! Una sobrina.... la cosa mas inútil del mundo!..

—Es una perla, Marquesa.

—Sí, una perla, que es para mí lo que fué la otra para el gallo! Capaz es Vd. de sostenerme que es una suerte, y que he ganado á la lotería!

—Yo no sostengo nada, señora.

—Pero lo dá Vd. á entender, que es lo mismo.

¡Asi cayesen en casa de Vd., llovidos del techo, media docena de sobrinos! Ya veríamos la cara que Vd. ponia.

—Senora, yo no soy rico, y es claro que me apurarian.

—Ya, ¡si Vd. cree que con dinero se compone todo!.....

—No creo eso, Marquesa; pero creo que con dinero son las cargas menos gravosas.

—¡Así pudiese yo endosarle á Vd. mi sobrina! esa que Vd. llama perla. ¡Vaya! Como si no me sobrase con las dos perlas de mis hijas para darme que hacer! ¡Perlas! Cuidados sí que son las niñas.

—¿Y por qué no la dejó Vd. en el convento?

—¿Con diez y seis años la habia de dejar en el convento, para que toda Sevilla me quitase el pellejo, y