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dad. Todo lo analizó con firme é imparcial voluntad.

—¡Ah! pensó al concluir este cruel exámen, ¿iria yo después de haber sido unida al tipo de los vicios materiales, por propia voluntad, y arrastrada por un amor que me echo en cara como una falta, á unirme al de todos los vicios del espíritu? ¡No! ¡Qué bien ha dicho el Vizconde, que nuestras almas serian siempre en su contacto como la union de un cuerpo vivo á un cadáver!

1 1 Así, pues, en esta lucha destrozadora que sufrieron su pasion y su razon, la dignidad de la mujer se alzó fuerte y brillante como un faro, á cuyos pies se estrellaron las olas de su corazon: del combate salió serena y firme su dignidad, triunfantes sus nobles y elevados instintos, irrevocable la resolucion que le surgieron.

—¡Si, Padre mio! exclamó tomando una pluma, y poniéndose á escribir, en mi corazon está impreso con tu recuerdo tu último consejo: SI LUCHA HAY HAZ QUE TRIUNFE LA RAZON! Y escribió con firme pulso y ánimo reposado la siguiente carta: «Convencida de la verdad del refran con que españolizais vuestra carta, ó César ó cesár, opto por »lo segundo.

»Ha tiempo era esto un presentimiento; ayer fué un propósito; hoy es un fallo.

CLEMENCIA PONCE.»