—Clemencia, ¿si tú quisieras recibirlo? dijo su prima con voz suplicatoria.
1 —Constancia, dispénsame; en otra cosa te complaceré; pero déjame aquí acompañando á tu madre, que para eso he venido.
Constancia hizo un involuntario movimiento de impaciencia que refrenó en el momento, y salió con apacible y grave semblante para ir al estrado, donde fué introducido Sir George por Pepino, que le dijo: —Señor D. Jorge el inglés, tenga á bien de pasar adelante; pero sacúdase su señoría los piés ántes de entrare. Sepa su señoría, prosiguió Pepino sin que se le preguntase, que la señora está su señoría intercaliente; senor, los médicos malditos y la botica se llevan un dineral, porque lo que saben es recetar, eso sí; pero cuidin que no saben curar.
La conversacion entre Sir George y Constancia no podia menos de ser lánguida: despues de preguntar con interés por la Marquesa, y asegurarse mútuamente que hacia frio, el diálogo quedó como cortado con unas tijeras.
Al cabo de un rato dijo Sir George poniéndose en pié, y viendo lo infructuoso de esta su nueva tentativa por ver á Clemencia.
—No quiero quitar á Vd. su tiempo, que querrá dedicar todo á la asistencia de la enferma.
—Efectivamente, repuso Constancia, solo la satisfaccion de dar á Vd. las gracias por el interés que